viernes, 23 de enero de 2009

La crisis económica: ¿positiva?



Para muchos, los lujos se quedaron a un lado. Estrenar una camisita nueva no pasa con tanta frecuencia, al igual que deleitar el paladar con una cena rica de un restaurante “gourmet”.

Yo soy de esas que pueden vivir sin unos zapatos Prada y hasta sin una cartera Coach de Chinatown. Sin embargo, el lujo que más me duele sacrificar es el de probar las delicias de un buen chef y el de hospedarme en hoteluchos de pueblos variados de mi isla. Pero, de esto no se trata esta nota, aunque encuentro relevante el dejar claro que a mí, como a todos, me duele el estancamiento económico, o mejor dicho, la zambullida del dólar.

Ahora, con esto mencionado, tengo que admitir algo que podría sonar muy atrevido. Con el pasar de los meses me he encariñado de esta crisis económica. (Esto no lo puede decir una persona que no puede pagar su casa, pero ese, afortunadamente, no es mi caso). Mas bien, la relación entre la crisis y yo es una de “love & hate”.

¿Por qué “love”? Porque siento que dentro de lo malo, siempre hay algo bueno. Y, en este caso, lo bueno recae sobre los ajustes que cada uno hace para recortar sus gastos. Precisamente, por medio de estos sacrificios, tal vez muchos, como yo, se han percatado de que hay cosas que de veras no hacen falta. Los lujos son buenos y, cuando se tiene dinero, no hay nada malo con disfrutarlos; lo que es dañino es el exceso de las "necesidades". ¿Para qué tener 10 pares de zapatos negros, si dos o tres son suficientes? ¿Entiendes?

Es el momento idóneo para que aquel o aquella que compraba por diversión se detenga y reflexione. Hay muchos que lo están haciendo, pues no pueden continuar entre deudas. Aquí es que viene mi punto, el cual me hace pensar que entre la oscuridad de la crisis se cuela un rayito de positivismo. Detener la compra exagerada, velar por excederse al utilizar la electricidad, evitar gastar gasolina en vano, entre otros, son algunos de los comportamientos que muchos puertorriqueños llevan a cabo porque la crisis se los exige, con excepción de aquellos que le venden el alma al diablo, a Master Card y a Visa.

Mi “amor”, o respeto, por la situación económica tan difícil que vivimos surge de esos comportamientos racionales que se inclinan hacia lo “green”. Yo sé que la gente no deja de comprarse más Crocs por ser “green”, pero, en verdad, no me importa. Por fin, hay quienes hacen ajustes en sus vidas que son necesarios (algunos, no todos), incluso cuando la economía está en todo su apogeo. Si es para ser “green” o para guargar los papelitos “greens”, qué más da. Pretender que lo hagamos únicamente por amor a "Mother Earth" es un concepto que, desafortunadamente, sólo algunos “hippies” llevan a cabo.

Con esto dicho, quiero mencionar sólo algunos de los ajustes que hago que son “green”, pero que lo hacen muchos (y en eso me incluyo) para ahorrar ante el reto económico. Ojalá, en un futuro, esta crisis nos ayude a valorar lo que es en realidad importante y a saber escoger cuáles son las verdaderas necesidades, no aquellas creadas por los medios de comunicación, la publicidad y los “compulsive buyers/trendsetters”, o peor aún, sus “wannabes”.

Ante la crisis, ¡piensa verde!
  • Utiliza un abanico de techo en vez del acondicionador de aire. Para que esto te funcione y no te levantes en un charquito de sudor, báñate antes de acostarte, utiliza una sábana liviana para arroparte y abre las ventanas . Claro, no tiene que ser todas las noches; no tenemos que ser tan radicales de inmediato; el cambio puede ser gradual. Además, en verano es otro cuento, pero hay días en que se puede… “trust me, I’ve done it”.
  • Siembra especias. A mí me encanta cocinar con albahaca, cilantro, perejil, orégano, cebollín, espinaca, tomate y pimiento. Haz un huerto y siembra estas especies y vegetales. Se dan superfácil, sólo tienes que darles el cuidado adecuado. Así te ahorras dinero y tiempo, pues no tienes que salir al colmado a comprarlas. Y, a la vez, disfrutas de estos "home grown products" y de salir a tu balcón o patio a buscarlos. Además, es orgánico y gratis. "What a match!"
  • Organiza tus diligencias en la calle para que puedas hacer una ruta. O sea, no guíes al mismo lugar varias veces en la semana, a menos de que sea necesario. Antes no me programaba, y podía guiar 20 minutos para ir a una misma área, en varias ocasiones de una misma semana. Ahora trato de organizar mi agenda de la semana de acuerdo con los lugares que tengo que ir, y escojo un día para hacer todo lo que tengo que hacer en ese espacio o perímetro. Créeme, ahorrarás un poco de gasolina y tiempo.
  • Pon un tendedero en el patio de tu casa, incluso en el balcón, si es que vives en un apartamento. La secadora gasta muchísima electricidad , así que te ahorrarás un montón. Comienza con la ropa interior, las medias y cierta ropa de tela liviana, así el cambio no será tan abrumador para tu estilo de vida. La ropa queda más tostadita, pero tiene con la buena vibra del sol ; ). Además, la "tostaera" se le va tan pronto te la pongas y empieces a caminar.
EN LA FOTO: Especias y nuestro arbolito de china straight from Adjuntas, Pororico. ¡Gracias por la chinas Ventura!

miércoles, 7 de enero de 2009

Mi vida en verde


Debo confesar que tengo la mente verde. No hablo de esa mente que provoca pensar en el placer venéreo. No, no creas que soy una enferma sexual… Me refiero a una manera de pensar y de actuar.

Simplemente, esto de ser “green” me atrae mucho. No sé por qué, pero todo lo que tiene que ver con el reciclaje, con cuidar el medio ambiente y con evitar las huellas de carbono, tocan mi fibra humana. Tal vez, en otra vida fui una botella de plástico desamparada en medio de un pastizal y experimenté un trauma después de pasar 300 años viendo gusanos, tierra, grama y cuerpos descompuestos a mi alrededor. Sea lo que sea, tengo una conciencia ambiental que parece estar integrada en mi “chip”.

Desde hace unos años, reciclo en mi casa, reuso el papel de la oficina, boto la basura en bolsas de supermercado, vuelvo a usar los contenedores plásticos en los que vienen los alimentos y heredo juguetes para mi hijo –en vez de salir como una desquiciada a Toys-R-Us para comprar el último Elmo (que no me extrañaría que el próximo se ría y se orine encima de la risa, literalmente, porque Tyco se dio cuenta de que puede vender pañales para este muñeco peludo, ganar más dinero y, por supuesto, crear más basura).

Sin embargo, hace poco, estaba en una cafetería y ordené una botella de agua y una de jugo. Cuando fui a tirar la basura en el zafacón, de manera automática, me detuve y, por primera vez, experimenté un cargo de conciencia nuevo. Me pregunté: ‘¿Cómo voy a hechar ambas botellas plásticas en un zafacón de basura?’. Me imaginaba a las dos botellas diciéndose entre sí: ‘Mira esta hija de su madre como nos manda al vertedero. Ojalá vuelva a reencarnar en una de nosotras’. Me sentía como si me hubiesen mandado a identificar a un criminal y hubiera señalado al inocente. En fin, desde ese momento, procuro llevarme los plásticos conmigo, aunque se queden por dos semanas en mi carro, creando una colonia de organismos nuevos (lo cual es “green” también, ¿no?).

Hago este cuento y lo más probable piensas que soy superdisciplinada con esto de la conservación del medio ambiente y que ando con camisetas que dicen: ‘Peace, Love & Recycling’ o ‘I’m a Tree Hugger’. Para nada, no soy ambientalista, ni trato de serlo; soy una ciudadana consciente. Pero, hay algo que no me permite decir que soy 100% “green” y es que no lo soy, pues, por más que trate, soy víctima de una sociedad que vive rápido, que lo que busca es lo fácil, que prefiere botar y volver a comprar, que consigue baratillos y los compra sin necesidad de hacerlo.

Entonces, ¿cómo lograr ser ‘verde’ si las herramientas para hacerlo no están tan accesibles?, ¿cómo evitar el plástico, casi todo viene en envase hechos de este material?, ¿cómo eliminar las huellas de carbono, si tengo que guiar más para llegar a la parada de tren que para llegar a mi trabajo?, ¿cómo enseñarles a los niños, si la mayoría de las escuelas no tienen contenedores para reciclar?, ¿cómo evitar los pañales, si tengo que trabajar y no me da el tiempo para lavar culeros?, ¿cómo lograr ser “green”, si vivimos en una sociedad de consumo excesivo?

Estoy en la búsqueda de dejar a un lado las excusas y de actuar. No obstante, no es tarea fácil, pues si viviera en un monte con mi vaquita, mi palito de chinas, mi gallinita y con todas esas cosas que compro en el supermercado, entonces, se me haría mucho más fácil ser “green”. Pero, es una realidad que nuestro estilo de vida no es el mismo que antes. Hasta el jíbaro compra en Costco y lo peor de todo es que el camión de reciclaje no sube el monte para recogerle la basura a Doña María, quien vive en el barrio Peña Pobre de Naguabo.

¿Qué puedo hacer? Lo mismo que tú… Seguir creando conciencia, pero sobre todo, actuar, exigir, motivar y espacir un mensaje que contagie cada vez a más personas para que, antes de reciclar, puedan hacerse estas preguntas: ¿lo necesito?, ¿qué haré con este producto cuando se acabe o cuando no lo necesite más?, ¿alguien me puede prestar lo que busco para no tener que comprarlo?, ¿puedo volver a usar el envase y evitar echarlo al zafacón?, ¿a dónde va la basura que hecho en los contenedores de reciclaje?, etc.

Tal vez una conciencia “green” no sea tan “hot” como una mente verde, pero, sin duda alguna, tiene mejores efectos… y no contagia STD’s.

EN LA FOTO: Nuestro arbolito navideño "green".